El Dr. Álvaro Bilbao (2015) presenta en su libro “El cerebro del niño explicado a los padres” una serie de consejos a seguir al momento de establecer límites con nuestros hijos.
- Si pones un límite la primera vez que observes una conducta que no te gusta o que no creas adecuada, evitarás que se produzca una primera conexión negativa en el cerebro del niño y, por lo tanto, tendrás mucho menos trabajo en un futuro, porque estarás evitando que la conducta negativa se desarrolle.
- Cuando veas que tu niño va a hacer algo que consideras peligroso o negativo para su desarrollo, intenta frenarlo antes de que ocurra. Al igual que sucede con la anterior regla, evitar una conducta no deseada antes de que ocurra puede ser mucho más efectivo que corregirla veinte veces, una vez que el niño haya adquirido el hábito. Te ahorrará mucho trabajo.
- El hecho de lograr que un niño desista de una conducta poco apropiada no quiere decir que no vuelva a intentarlo. Los niños son curiosos y persistentes por naturaleza. La clave para que los límites se hagan valer está en que estos estén claros y presentes en su cerebro en todo momento.
- De nada sirve que el papá del niño no le deje ver caricaturas por la mañana si su madre se lo permite de vez en cuando. Es importante que tu pareja y tú acuerden qué normas y reglas son importantes para el desarrollo de su hijo.
- Con tranquilidad. Parte del secreto de poner límites de una manera efectiva consiste en que los padres se mantengan dentro de los confines de la tranquilidad. Cuando le gritamos a un niño o cuando un papá se pone nervioso se activa una parte de su cerebro que prácticamente inutiliza la zona de la corteza cerebral que se dedica a gestionar los límites. En estos casos, el niño no será capaz de escuchar, entender o aprender lo que estás intentando enseñarle.
- Con confianza. Una de las cosas más importantes cuando vamos a guiar a alguien es que esa persona confíe en que sabemos por dónde la estamos guiando. Si tu hijo ve que tienes claro lo que puede y no puede hacer, se sentirá más tranquilo y más motivado a la hora de seguir las normas que le indicas. Tendrás que discutir menos porque sabrá que no va a ser fácil hacerte cambiar de opinión.
- Con cariño. Cuando el límite es puesto con cariño, el niño entiende a la perfección que no es un ataque contra él, sino simplemente una regla que se debe cumplir. Su grado de frustración será mucho menor, y tú serás capaz de hacer valer el límite sin que vuestra relación se resienta.
Como ves, poner límites no tiene por qué ser un drama. Puedes, incluso, hacer de ello algo divertido. Si, por ejemplo, Pablo se escapa cuando queremos ponerle los zapatos, podemos decirle: «¡Oye, travieso!», agarrarlo de los tobillos y decirle en tono de risa que no va a escaparse hasta que no le pongamos los zapatos. Si Martina tira algo al suelo y no quiere recogerlo, puedes ponerte serio, pero también puedes tirarla en la alfombra y hacerle cosquillas, diciendo que es una «pequeña», y terminar el juego recogiendo aquello que tiró. El secreto de poner límites no consiste en hacer una escena dramática, sino en conseguir que el niño actúe de la manera que le hemos marcado. Poner un poco de juego al asunto rebajará la tensión, evitará que el niño sienta culpa, y lo estarás ayudando a que cumpla con lo que estás pidiendo. Además, puede ser una excelente oportunidad de jugar y fortalecer el vínculo entre ustedes, en vez de deteriorarlo.
Bibliografía
Álvaro Bilbao (2015) “Poner límites sin dramas” en El cerebro del niño explicado a los padres. Pp. 60 – 61. Plataforma Editorial.